Despues del Día-D, la batalla de Normandía terminó con la ruptura del frente alemán. Durante la huída masíva, gran parte del material de guerra fue destruido o abandonado en la bolsa de falaise para poder cruzar el río seine y escapar el cerco aliado. Les persiguieron hacía el nor-oeste, tomando parís en seguida, avanzando los británicos hasta bélgica y los americanos hacia la frontera franco-alemán al norte de suiza. Esa divergencia creó un problema de abastecimiento insostenible. Casi todos los suministros venían a través de las playas de normandía aún. Cherburgo, el único puerto en manos aliados había sido bien saboteado antes de caer en sus manos. A pesar de los esfuerzos sobrehumanos de la intendencia y convoies continuos de camiones en sentido único para llegar a los cada vez mas lejanos ejercitos mecanizados aliados, al final no llegaba lo bastante combustible, munición ni víveres para mantener el ritmo de persecución. Parecía que los alemanes perdían la guerra mas rápido que los aliados pudieron ganarla.
Tampoco daban abasto el personal, exhausto tras la batalla y la frenética carrera detrás de los alemanes. El mantenimiento necesario de los blindados se había descuidado por las prisas y se averriaban con cada vez mas frecuencia. Por desesperación de mandos como Patton, que decía “mis hombres pueden golpear a los alemanes y comer sus cinturones, pero mis tanques necesitan combustible”, no había para todos. Eisenhower, el mando supremo aliado, era partidario de avanzar en todos los frentes en la carrera para llegar al rín, el río que marcaba de frontera y la puerta hacia alemania. Montgomery en el norte y Patton en el este clamaban para tener prioridad para llegar por su propia ruta al ruhr, el corazón de la industría alemana y luego hasta berlín En la puja para tener los recursos para seguir avanzando, el mariscal Montgomery tenía las de ganar, al mando de un grupo de ejercitos en vez de solo un ejercito, como el general Patton. Parecía en esos momentos que la guerra estaba ganada y que todo habría terminado para las navidades. Exisitía una euforia y optimismo generalizado en el bando aliado, con los alemanes en desbandada sin apenas dar muestras de resistencia coordinada, tambien convencidos de que la guerra estaba decidida. Solo los nazis mas convencidos, como el general Model al mando del frente oeste, se esforzaban para salvar la situación. La tropa estaba en retirada por todos lados, a pie, en bici, a caballo, en los pocos vehiculos salvados y loque podían robar de los civiles de paso. Hostigados por la resistencia francesa a su paso, tambien estaban extenuados, pero sin mantener la disciplina militar tan alemana. Se veía oficiales borrachos, arrastrando el botín variopinta de guerra hasta en carretillas, abandonando sus uniformes y armas. Ni la policía militar podía restaurar el orden, atropellados por decenas de miles de soldados poniendo los pies en polvorosa.
Solo bloqueando los puentes conseguían pararles para intentar poner orden, reorganizar y establecer una semblanza de frente continua contra los aliados. Los esfuerzos de individuos en algunos puntos ayudaba, pero para frenar la oleada de tropas entrando en alemanía instauraron cortes militares improvisados. Model, superado por la situación y envergadura de su mando fue relevado y el viejo mariscal Von Rundstedt tomó las riendas una vez mas. Liberado del peso del mando supremo, Model, el llamado ‘bombero del Führer’ pudo hacer lo que mejor se le daba, sacar las castañas del fuego como había hecho tantas veces en el frente ruso. Coincidía que los aliados quitaban el pie del acelerador y del cuello del ejercito alemán, dando un respiro para poner orden en el caos absoluto en que estaba sumido.
Tampoco daban abasto el personal, exhausto tras la batalla y la frenética carrera detrás de los alemanes. El mantenimiento necesario de los blindados se había descuidado por las prisas y se averriaban con cada vez mas frecuencia. Por desesperación de mandos como Patton, que decía “mis hombres pueden golpear a los alemanes y comer sus cinturones, pero mis tanques necesitan combustible”, no había para todos. Eisenhower, el mando supremo aliado, era partidario de avanzar en todos los frentes en la carrera para llegar al rín, el río que marcaba de frontera y la puerta hacia alemania. Montgomery en el norte y Patton en el este clamaban para tener prioridad para llegar por su propia ruta al ruhr, el corazón de la industría alemana y luego hasta berlín En la puja para tener los recursos para seguir avanzando, el mariscal Montgomery tenía las de ganar, al mando de un grupo de ejercitos en vez de solo un ejercito, como el general Patton. Parecía en esos momentos que la guerra estaba ganada y que todo habría terminado para las navidades. Exisitía una euforia y optimismo generalizado en el bando aliado, con los alemanes en desbandada sin apenas dar muestras de resistencia coordinada, tambien convencidos de que la guerra estaba decidida. Solo los nazis mas convencidos, como el general Model al mando del frente oeste, se esforzaban para salvar la situación. La tropa estaba en retirada por todos lados, a pie, en bici, a caballo, en los pocos vehiculos salvados y loque podían robar de los civiles de paso. Hostigados por la resistencia francesa a su paso, tambien estaban extenuados, pero sin mantener la disciplina militar tan alemana. Se veía oficiales borrachos, arrastrando el botín variopinta de guerra hasta en carretillas, abandonando sus uniformes y armas. Ni la policía militar podía restaurar el orden, atropellados por decenas de miles de soldados poniendo los pies en polvorosa.
Solo bloqueando los puentes conseguían pararles para intentar poner orden, reorganizar y establecer una semblanza de frente continua contra los aliados. Los esfuerzos de individuos en algunos puntos ayudaba, pero para frenar la oleada de tropas entrando en alemanía instauraron cortes militares improvisados. Model, superado por la situación y envergadura de su mando fue relevado y el viejo mariscal Von Rundstedt tomó las riendas una vez mas. Liberado del peso del mando supremo, Model, el llamado ‘bombero del Führer’ pudo hacer lo que mejor se le daba, sacar las castañas del fuego como había hecho tantas veces en el frente ruso. Coincidía que los aliados quitaban el pie del acelerador y del cuello del ejercito alemán, dando un respiro para poner orden en el caos absoluto en que estaba sumido.
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